Horacio Duque.

El Plebiscito de la paz debe estar acompañado de un discurso que cuestione el viejo régimen de verdad de la retórica neoliberal de la democracia representativa. 


Con la campaña plebiscitaria, el pueblo, mediante la pedagogia de paz, deberá acercarse objetivamente al contenido y beneficios del Acuerdo para terminar la guerra alcanzado entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos. 

El Plebiscito para la paz, tal como quedo regulado en la Ley Estatutaria correspondiente y en el fallo de exequibilidad de la Corte Constitucional, se entiende mejor, en su alcance y potencial, si lo asociamos al proceso de apertura democrática propiciado por la Mesa de diálogos de La Habana entre el gobierno del Presidente Santos y la delegación plenipotenciaria de las Farc, la cual ha firmado un consenso suficiente sobre la democracia ampliada, la participación y los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Ahondando la reflexión, el Plebiscito es el más vigoroso cuestionamiento a la democracia representativa que la Constitución del 91 conservo, no obstante su retórica participativa que hasta el día de hoy, después de 25 años, ha sido letra muerta, pues ninguno de los mecanismos consagrados sobre la materia ha tenido efectividad concreta. Basta con revisar la experiencia de las revocatorias de mandato a funcionarios elegidos para confirmar tal conclusión. Una farsa completa. 

Una de las virtudes que bien puede identificarse en el Plebiscito que se convocara en las próximas semanas es su capacidad para trastocar el “régimen de verdad” instalado por las elites del poder durante las décadas recientes, para justificar su gobernabilidad, el neoliberalismo expoliador y el  control político sobre la sociedad y la multitud. 

Tal régimen de verdad es el que circula por el mundo de los discursos y la tarea de asignar sentido a las cosas políticas. 

El Plebiscito, como una manifestación de la democracia ampliada, debe convertirse en un dispositivo dinámico de deconstrucción y reconstrucción de tales estructuras discursivas y simbólicas. 

Así, en el debate político y simbólico, la noción de democracia se encuentra vacía de contenido y adquiere sentido en la medida en que se articula a algún principio articulador o hegemónico particular.

En otras palabras, la controversia sobre la democracia o los adjetivos que se le atribuyen, se sitúa en el terreno de la disputa política estructural entre principios hegemónicos distintos que pugnan por el poder y por (re)articular los elementos ideológicos, en este caso la democracia, a sus respectivos discursos y otorgarle determinado sentido. 

Particularmente, en situaciones de crisis hegemónica y política, se producen procesos de desarticulación/rearticulación discursiva de la noción de democracia, ya que durante periodos de estabilidad del sistema político y reproducción de los formatos habituales de la representación, las clases dominantes logran absorber las posibles contradicciones y las neutralizan mediante la instalación de un régimen de verdad asumido e internalizado por la sociedad. En cambio, en situaciones de crisis, como la contenida en el actual desbarajuste institucional, al perder su capacidad de interpelación, se produce un proceso de disolución discursiva y se genera la circulación y posibilidades de (re)articulación de aquellos elementos ideológicos que adquieren centralidad en el campo político, como los que se producen desde los consensos de paz alcanzados, como lo afirman Zegada y Tapias [1].

En consecuencia, la democracia, en este caso asociada al proceso de paz, va mutando su contenido y produce nuevos efectos de verdad, condiciones que (re)definen lo que es y no es aceptable; pues las condiciones del discurso y los propios discursos no son dados de una vez y para siempre, sino que se transforman a través del tiempo, mediante cambios generales y relativamente repentinos de un episteme a otro, como los que propicia el proceso de paz. 

En ese sentido, en Colombia se está produciendo con el proceso de paz un desmontaje de la eficacia simbólica de la democracia representativa instaurada como régimen de verdad en el periodo neoliberal que introdujo Gaviria; un des anclaje de las estructuras institucionales objetivadas, y la construcción paralela de nuevas articulaciones democráticas en los discursos y propuestas de los sujetos alternativos que en este momento se van consolidando en el campo político. Es lo que deberá darse con la movilización y realización del plebiscito de la paz. 

Un factor que cobra relevancia en el proceso de transformaciones y que debe ser considerado en el análisis, es la materialización de estos nuevos formatos de democracia en una nueva institucionalidad o, si se quiere, en un proceso de (re)institucionalización de la política, incorporando el conjunto de innovaciones que incluyen nuevas formas de participación social en espacios de decisión y control, la creación de mecanismos y espacios públicos que aseguren que los diferentes intereses y posiciones estén presentes en el debate, la deliberación nacional y local, y la automática redistribución del poder, plasmados claramente en leyes y mecanismos institucionales. 

También es preciso reparar en las distintas nociones de participación que acompañan estas visiones y propuestas, algunas como complemento al régimen neoliberal o representativo sin afectar sus estructuras y subordinándose a las mismas, otras en cambio, se articulan a proyectos de transformación estatal y logran mediante la presión su incorporación en la estructura de decisiones estatales. 

Nos colocamos, a propósito del Plebiscito, en un nivel en que el discurso y sus múltiples manifestaciones son determinantes en la ruta de la consolidación de la paz y la profundización de la apertura democrática. 

La campaña plebiscitaria que se inicia, movilizara una gran diversidad de discurso, muchos de ellos para intentar preservar el viejo régimen de verdad asociado con el neoliberalismo y la violencia.

Un discurso articulado a los códigos de la nueva democracia debe asumir  aquellos elementos que componen el discurso como narrativa productora de sentido político transformadora del viejo orden oligárquico.

 

Nota. El plebiscito por la paz necesita por lo menos siete millones de votos en favor del SI, para consolidar el Acuerdo final de paz.

Leer Tambien: 

Plebiscito y campo de conflicto

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[1] Ver el texto de los autores en el siguiente enlace electrónico http://bit.ly/29PCmQX

Comentarios   
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