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Publicamos de manera integra el guión del video “Vivimos de las Coimas y creemos que no somos corruptos”. Puedes ver el video mas abajo

Por Luis Carlos Osorio R.

Pensé que era un sueño, pero los titulares de prensa me dijeron que era una realidad. En el futbol hay tanta corrupción como en la política y en la empresa privada. Los titulares de prensa son elocuentes. Los directivos del Futbol recibieron millonarias coimas por contrato de boleteria para la eliminatoria de Rusia 2018. Me puse a revisar el tema y la palabra coima parecía una plana de niños de escuela: coima, coima, coima…… La coima no solo inunda las páginas de los diarios, también nuestras vidas.

Hemos incorporado LA COIMA en nuestras vidas, de una manera tan natural como comer o evacuar. Esta práctica es tan antigua como el hombre. Tiene en todas partes el mismo sentido: defraudar, pagar por el servicio, mordida, sobornar, corrupción.

Tenemos tan metida en la piel esta práctica, que ya no nos conmueven las cifras de la corrupción: cada año se van a los bolsillo de los corruptos unos  50 billones de pesos. La Procuraduría ha dicho que este delito es como una “pandemia” que le quita al país el 5% del Producto Interno Bruto, el 15% del presupuesto nacional, y afecta el 18% de la contratación pública.

Tirios y Troyanos se rasgan las vestiduras. Entre más corruptos somos, mas la condenamos. Es tanta nuestra doble moral, que los propios empresarios no vacilan en reconocer que en su gran mayoría ofrecen dádivas para obtener contratos”. Casi sin vergüenza, reconocen que invierten en coimas mas del 17% del valor de cada contrato.

Algunos creen que somos mas corruptos desde que aparecó el narcotráfico en nuestras vidas. Pero la práctica de la coima es tan antigua y generalizada, que terminamos por creer que no tiene nada de malo: “mal de muchos, mal de pendejos”.

Habían prácticas corruptas en la antigua Grecia, Egipto y Mesopotamia. Dice la leyenda, que en Egipto, en el año 1.100 aC, funcionarios de Faraón Ramsés IX, se asociaban con bandas de profanadores de tumbas para hacer  negocios sucios.

Los griegos no se quedaban atrás. La historia dice que Demóstenes fue acusado de sustraer recursos del erario público y Pericles, de peculado en los trabajos de construcción del Partenón.

En su libro, Breve historia de la corrupción, Carlo Alberto Brioschi cuenta que “en en el año 1500 a.C, en la antigua Mesopotamia, establecer relaciones económicas con un poderoso era visto como una transacción comercial más, y ésta era una vía reconocida para subir en el status social. Lo

s portentados caminaban seguidos por una larga fila de clientes: entre más larga era su corte, más se le admiraba como personaje. A cambio de esta manifestación de poder, el gobernante protegía a sus clientes con ayudas económicas e intervenciones en política. Los clientes a su vez, actuaban como su escolta armada. Hoy no resulta extraña esa relación de poder económico, poder político y servicio de protección.

¿Cuál es el hilo conductor que lleva a que las sociedades antiguas razonen de la misma forma que la sociedad moderna en torno a prácticas corruptas como los  acuerdos entre candidatos para repartirse los votos, el recurrir a la commendatio para encontrar un empleo o recurrir al soborno o al pago por los servicios públicos?, Será que también estaban determinados por ese principio de la fisica de ¿“dame una palanca y te moveré el mundo”?.

A pesar de esto, en el mundo romano la corrupción pública estaba mal vista. El profesor  Sabino Perea Yébenes, de la Universidad de Murcia, dice que los altos cargos eran muy vigilados y que en política, lo más importante para los  romanos era el honor. Ellos tenían una figura muy parecida a la meritocracia. Los candidatos tenían que tener buen cu­rrículo, haber ocupado cargos, tener una educación y proceder de una buena familia. Ahhh, tambien tenían que ser ricos, pues debían presentar una fianza al inicio del mandato. Al finalizarlo, se hacía un cruce de cuentas. Si se había enriquecido mas de la cuenta, debían devolverlo todo. Además debían someterse a una de dos penas existentes para este delito: el exilio o el suicidio. Algunos preferían el suicidio, pues les permitía mantener su honor. En Colombia los corruptos no se suicidan. Huyen, se esconden allende las fronteras buscando segundas y hasta terceras instancias, demostrar su inocencia, sin importarles mucho el honor.

Los antiguos romanos, aunque diferenciaban con  claridad la esfera pública de la privada y consideraban como una práctica reprobable el desvío de recursos públicos, tenían una doble moral, pues, si se trataba de negocios entre particulares, se hacían los de la vista gorda. Nada de que sorprendernos. 

La pregunta es, ¿Cuándo la humanidad comenzó a hacerse  “la de la vista gorda” con quienes esquilman los recursos públicos o hechan mano de su poder para pedir coimas? Cuándo empezamos a ver como una práctica libre de toda sospecha las acciones corruptas? 

La religión católica tiene mucho que ver en el asunto, pues impuso un cambio importante en la moral de las personas. El robar pasó a ser un pecado, pero para eso existía un antídoto extraordinario: la confesión. Con la confesión se podía hacer tabula rasa, cuadrar caja y dejar la conciencia libre de cualquier posibilidad de condena. 

Los ejemplos de coimas ligados a la religión son innumerables: Judas Iscariote vendió a Jesús a los romanos por treinta monedas de plata, y ¿quién no ha visto series donde se recrean las prácticas corruptas durante el papado de los Borja?. El mismo Cristóbal Colón, no vació en exclamar: “El oro, cual cosa maravillosa…... Con él, hasta las ánimas pueden subir al cielo”. No es gratuito pues aquello de “quien peca y reza, empata”. 

Recordamos con jocosidad el postulado de Turbay Ayala que llamaba a reducir la corrupción a sus justas proporciones. Pero mucho antes, Napoleón le decía a sus ministros que les permitía robar un poco, siempre que administrasen con eficiencia. 

Como ven, por los siglos de los siglos fuimos construyendo un imaginario de picarezca, vivacidad e ingenio de las prácticas corruptas. Parafraseando a Juan Gosain, fuimos incorporando con una normalidad pasmosa ese adagio popular de que “el vivo vive del bobo y el bobo de su madre”. Hemos acogido como sinónimo legitimo de vivacidad, prácticas ladinas, taimadas, pícaras y corruptas, donde ser Bribón es ser un sagaz. Y “con esa misma lógica de rufianes, el "bobo" viene siendo el decente, el honesto, el que sabe que no puede meter su mano en lo que es ajeno”. 

Nuestra normatividad cambió magistralmente la figura de “La Merced Real” por “el Poder Discrecional”; todo hecho a la medida de los corruptos. Al final, ¿qué tiene de malo torcer un poquito la norma para ayudar a un familiar, a un amigo o al que pague el servicio? PARA ESO ES EL PODER, para hacer jugaditas y porque nó, para torcer referendos contra la corrupción. 

La fortaleza de la corrupción está cimentada en la ley de la reciprocidad. Un voto por un tamal, cien votos por un trabajo, mil votos por una corbata, un aporte a la campaña por un contrato o el contrato por una mordida y así sucesivamente. No importa si el contrato es para comprar ambulancias, construir escuelas, la alimentación de los niños, o la construccion de una vía que nos sacará de cien años de atrazo. Se paga por el concepto, por el fallo, por el cambio de estatus, se paga por todo y todo es tan normal. El simil de la maquinaria y el carrusel son perfectos. Entonces, ¿para qué cambiar algo que siempre ha sido asi? Sería ir contra la corriente. 

Al final, el cambio de paradigma que vino con la religión católica, nos llevó a borrar esa línea difusa entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el mal. Nos metimos en esa inmensa autopista de aúlicos, ciegos y sordos, donde solo alcanzamos a balbucir como en el tango, "Da lo mismo ser derecho que traidor; todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor".

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