A tan sólo dos horas de la ciudad de Bogotá, un caminante puede encontrarse a su paso con un territorio en donde aún se conservan elementos sagrados de los antepasados del Pueblo Muisca: el Resguardo indígena de Sesquilé, de aproximadamente 220.000 hectáreas, ubicado en el departamento de Cundinamarca reflejo de la diversidad biológica y cultural y de ecosistemas.

 

El bosque alto andino pone ante nuestros ojos una gran variedad de especies de flora y fauna, así el nogal, el cedro, los borugos y armadillos, se aprecian durante el recorrido del cerro del común. El salto de “La chorrera” es el primer atractivo del cual se puede beber agua limpia y pura de la que ya no se encuentra en la ciudad.

 

Cuesta arriba, observamos el paisaje donde casas, cultivos, terrazas y múltiples verdes nos envuelven en una sensación de tranquilidad, armonía y equilibrio con la madre tierra. Después de llegar a lo más alto de una de las montañas que hacen parte del Cerro del Común, descendemos en medio de un corredor de orquídeas, bromelias y un sin número de especies de árboles. Caminamos hasta llegar a un nacimiento de agua para iniciar la ruta hacia un bosque de transición que nos conducirá hacia el ecosistema de subpáramo y posteriormente páramo.

 

Se empieza a notar un cambio en la vegetación, aparecen más musgos y líquenes, las orquídeas siguen apareciendo y el olor a tierra húmeda evoca la principal fuente de vida: el agua, la cual a lo largo de todo el territorio acompaña el recorrido con su sonido y presencia.

 

Una vez alcanzamos los 3.000 metros sobre el nivel del mar, dos especies de frailejones hacen su aparición y nuevamente la naturaleza cautiva nuestra atención. De esta manera entramos a un mundo distinto al acostumbrado donde lo que prima es el silencio, el respeto y la calma del espíritu. Allí, desde lo más alto del Cerro del Común, se ve Sesquilé, Suesca y Chocontá.

 

Al arribar a un paraje en lo alto del páramo nos encontramos con un mapa realizado por los primeros Muiscas, este hermoso lugar nos deja sorprendidos por los múltiples sentimientos encontrados: tristeza y felicidad. Lo primero, porque el lugar fue saqueado por guaqueros quiénes profanaron este sitio sagrado; pero felicidad por poder ver aquellos hermosos petroglifos y sentir como el territorio nos muestra su grandeza. Carlos Mamanche, guía del recorrido, nos cuenta que sus antepasados creían que en ese lugar iba a ser Bogotá.

 

Unos metros más adelante las montañas nos dejan sin palabras al permitirnos ver otro de los sitios sagrados de este territorio “El patio de los Indios”: una serie de grandes rocas albergan en su interior, según cuenta Carlos, unas habitaciones donde los guaqueros dominados por la ambición robaron piezas de cerámica y oro invaluables; de eso ya no queda nada, todo se lo ha llevado el espíritu del dinero. Hoy tan solo se ven una serie de cuevas que conectan con el pasado Muisca y una gran roca que tiene tallado el mapa de las lagunas sagradas de lo que antes era el gran territorio de este Pueblo.

 

En medio del frío y la lluvia volvemos a descender entre los árboles del bosque, los cuales guían y ayudan al caminante con sus ramas ubicadas justo en el lugar donde se necesitan. Poco a poco llegamos a una planicie donde el piso es un verde colchón de agua “el sitio del perdón y de los deseos” que a primera vista es frágil pero que soporta cada uno de los pasos que damos. Un nuevo paraje conduce al pasado de los Muiscas: una cueva a la cual sólo pueden entrar indígenas guarda restos de los abuelos de este Pueblo y la conexión entre este tiempo y el que fue.

  

Continuando el recorrido nos encontramos con el observatorio Muisca ubicado en la base de tres cerros sagrados. En ese lugar hay catorce rocas ubicadas en círculo cuyo centro es otra roca más grande. Cada una de las rocas que están alrededor de la mayor, se ubican a 14 pasos de esta, coincidiendo así con los solsticios y equinoccios del calendario lunar. Esta es una clara demostración de cómo la relación entre el hombre y la tierra generan un equilibrio más allá del paso del tiempo.

 

Desde ese punto comienza el regreso al Municipio en medio de un triste panorama de incendio y reforestación causado por algunos turistas. Árboles negros sobre un piso rojo, semillas de pino tropezamos con los pies y así caminamos por una parte del cerro del común arrasado. Pese a este desafortunado panorama. Sesquilé es un territorio que alberga bondadosas tierras para la agricultura, la conservación de especies de flora y fauna y la supervivencia de un Pueblo que se siente que aún esta con vida, un pueblo que aún sigue el sendero del agua.
Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar