En la escuela, en la calle, en la oficina, en los medios de comunicación y en los demás sitios públicos. Es casi que inevitable tropezarse alguna vez con alguien que con el objetivo de llamar la atención o provocar un momento divertido, recurre a un chiste u otro discurso. Esto, a simple vista no es problema. Sin embargo, el hecho comienza a tocar fondo o generar susceptibilidades cuando esos chistes o comentarios divertidos aluden a las minorías étnicas, las mismas que cada día velan por su visibilización e igualdad de condiciones en las diferentes esferas de la sociedad.

Si bien es cierto que Colombia no se declara como país que discrimine sino, por el contrario, que promueve la diversidad; el reciente informe de las observaciones preliminares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, revelan lo contrario.

La publicación indica que la población afrocolombiana, principalmente, aún es víctima de formas estructurales de invisibilización y discriminación.

Frente a este panorama, surge la pregunta ¿Con los chistes de negros e indígenas se contribuye más a las formas de discriminación?

Actualidad Étnica conversó con un joven de descendencia afro que quiso omitir su identidad. Él tiene 28 años y trabaja como mesero en Bogotá.

Para él, el humor que recurre a las minorías como contenido, son una clara ofensa a su raza y su cultura.

Al respecto, Nelson Bejarano Valencia, vicepresidente de la Organización de Comunidades Negras, Orcone, señala que no se puede hablar de discriminación cuando se hacen chistes relacionados con negros o indígenas, porque de esta manera no se le está negando a nadie la oportunidad de acceder a sus derechos. Discriminación es cuando se hace exclusión o se priva a una persona de disfrutar de lo que por naturaleza y ley tiene acceso.

“Si detrás del chiste se evidencia una actitud peyorativa o calificativa ahí sí hay un claro mensaje racista. De lo contrario, no tiene porqué ser problema”, dijo Bejarano Valencia, al tiempo que agrega que algo que sí ha pasado con el humor es que se ha estigmatizado a la persona negra, asumiendo que todos los negros hablan y actúan igual. Y no es así. Los costeños del Caribe y del Pacífico tienen sus propias características y sería bueno que se distinguieran.

Alfonso Ramos, indígena ecuatoriano, considera que el humor sin importar el contenido es relajar la vida, siempre que no sea “pesado”.

“Uno tiene que aprender a reírse de uno mismo. Eso levanta el ánimo y saca de la tristeza. Yo no me ofendo por eso y no creo que sea una manera contribuir con la discriminación”, apunta.

Para tener en cuenta

De acuerdo con Magnolia Prada, investigadora del Observatorio de Discriminación Racial de la Universidad de los Andes, de acuerdo con el lenguaje que se maneja a través de los medios de comunicación, se pueden distinguir dos tipos de discriminación: La sutil y la directa.

La directa es cuando se hace alusión a un rasgo distintivo de la persona, propio de su situación racial. En estos casos se ataca con comentarios o acciones directas y de evidente desprecio.

Y la sutil es cuando se hace un calificativo diminutivo que invisibiliza a la persona para acentuar otras cosas. Tal es el caso cuando se hace referencia a “el negrito”, “el chocoanito”, por ejemplo. Son diminutivos aparentemente cariñosos.

Por su parte, Alí Humar, director del programa de humor “Sábados felices”, señala que los seres humanos deben aprender a ser un poco menos susceptibles cuando se trata de hacer humor, pues éste recurre a cualquier elemento, sea vivo o no.

“Para nadie es un problema burlarse del otro, el problema comienza cuando nos toca el turno a nosotros. No nos gusta que se burlen de nosotros”, dice el director, para quien el problema está cuando existe mala intención detrás. De lo contrario, no ve inconveniente.

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