En el año 2000, el bailarín y  coreógrafo colombiano Federico Restrepo, conocido especialmente por sus piezas inspiradas en las leyendas fundacionales de Suramérica y sus marionetas de tamaño natural, fue invitado a  asistir a un ritual de la tribu Yuruparí en  el Amazonas para crear a partir de su  experiencia una obra teatral.

 

Un repentino recrudecimiento del  conflicto armado colombiano en zonas  aledañas le impidió viajar, pero desde  entonces Restrepo —coreógrafo y diseñador de marionetas en residencia del teatro La  MaMa— comenzó  a investigar los mitos, leyendas y  poemas épicos de  los Yuruparí y a  concebir un espectáculo multimedia.

 

En 2003 y con  una subvención de la Fundación Jim  Henson, Restrepo logró viajar al Amazonas y grabar 15 horas de video que  incluían entrevistas y pietaje de los  asentamientos, el río y la selva. A partir  de ello nacería “Bokan, el del mal corazón”.

 

Para su pieza, el coreógrafo seleccionó una serie de mitos que referían el  momento en que el sistema matriarcal  que se había impuesto entre los Yuruparí fue destruido y reemplazado por  una sociedad patriarcal. Los hombres de  la tribu son inducidos por Izi, un semidiós, semihombre a rebelarse contra  las mujeres, lo cual lleva al dominio  masculino y la desarmonía.

 

Subyacente continúa la lucha entre el  dios-Sol (que simboliza el fuego y el  padre) y Seucy, la diosa del agua (que  simboliza el agua, la fertilidad y la madre). Estos dos dioses, separados eternamente, combaten para ganar el control de los mortales en medio de su  pasión del uno por el otro.

 

En esta producción la escena la comparten los actores de la compañía Loco 7  —además de un grupo de actores y  bailarines invitados entre los cuales destaca Shikego Suga en el papel del Shamán— y marionetas de distintos tamaños para representar a los protagonistas,  los dioses y semidioses, las aves, simios  y otros elementos e incluso un grupo de  árboles danzantes del Amazonas. La pieza cuenta con música original de la  premiada compositora Elizabeth Swados, que ha inventado un lenguaje primitivo para su partitura a partir de idiomas nativos americanas y otras resonancias del continente.

 

Sin duda uno de los eventos más espectaculares y  festivos de la temporada de fin de año,  una exuberante mezcla de danza, marionetas de todos los tamaños (incluyendo  árboles amazónicos de cinco metros), música original y una talentosa y apasionada  coreografía.

 

* Escritor y periodista colombiano, en el Diario La Prensa de Nueva York      

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