Porré fue la madre del oro; vivió por los lados de Taibá y era un animal enorme, muy parecido a una culebra pero con una barba cuyos pelos tenían más de cinco dedos de grosor. No le gusta para nada el sonido del caracol y cuando lo tocaban cerca del lugar donde vivía se erguía furioso, resoplando, chillando, produciendo truenos y vientos fortísimos y haciendo oscurecer todos los alrededores; saltaba por encima de las chozas y aprovechaba los remolinos de viento para chuparse los indios. 

 

Miquiso, un jaibaná que se las sabía todas, pidió a los indios que lo acompañaran para ir a matar a Porré; salió armado de finos chuzos de madera y llevó un caracol, cuando estuvo cerca del animal, hizo sonar el caracol y Porré se elevó furioso; el jaibaná aprovechó su estada en el aire para pronunciar unas palabras mágicas y el animal se quedó quietecito; mientras tanto, los que lo acompañaban colocaran hileras de chuzos debajo de él, hicieron sonar de nuevo el caracol y el animal cayó encima clavado sobre la trampa que le habían preparado y poco después se abrió la tierra  y se tragó el cuerpo; como era tan grande ocupó mucho espacio.

 

El lugar fue abierto muchos años después y encontraron oro por todas partes; se dice que en este metal han sacado las diferentes partes del cuerpo de Porré, menos su cabeza que no han podido encontrarla por estar muy enterrada. 

 

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