El pueblo indígena Akuntsu de la Amazonia brasileña ha perdido a su miembro más anciano, una mujer llamada Ururú, y ahora sólo quedan cinco supervivientes. La ONG Survival International denuncia el genocidio.
Ururú era el miembro más anciano de este pequeño y unido grupo, y una parte fundamental de él. Altair Algayer, al frente del equipo de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) que se encarga de proteger la tierra de los akuntsu, declaró: “Era una luchadora, una mujer fuerte y resistió hasta el último momento”.
Además, Konibú, hermano de Ururú, y ahora también el superviviente Akuntsu de mayor edad, está gravemente enfermo.
Ururú presenció el genocidio de su pueblo y la destrucción de su hogar en la selva del estado de Rondônia a medida que los terratenientes ganaderos y sus pistoleros a sueldo se trasladaban a tierras indígenas, informa Survival. El Gobierno abrió Rondônia a proyectos de colonización y a la construcción de la carretera BR 364 en las décadas de los años 60 y 70.
Con Ururú muere gran parte de la memoria histórica de su pueblo. Mientras quizás nosotros nunca conozcamos los horrores infligidos a los Akuntsu en la última mitad del siglo, los supervivientes dicen que sus familiares fueron asesinados cuando los terratenientes arrasaron sus casas con máquinas excavadoras y les prendieron fuego.
Los dos hombres supervivientes, Konibú y Pupak, tienen en su cuerpo las cicatrices de las balas que les impactaron cuando huían.
La FUNAI encontró restos de casas que habían sido destruidas por los terratenientes ganaderos que talaban la selva para crear pastos para el ganado. Estos intentaron ocultar las pruebas de su delito, pero se descubrieron palos de madera, flechas, hachas y cerámica rota.
Los Akuntsu eran siete cuando la FUNAI los contactó en 1995. La más joven, la hija de Konibú, murió en enero del 2000 cuando un árbol cayó encima de su casa.
Hoy viven en un territorio oficialmente reconocido por el Gobierno brasileño que la FUNAI protege de la invasión de los ganaderos que les rodean.
Fuentes internas a Survival han expresado que “con la muerte de Ururú estamos presenciando la última fase de un genocidio en pleno siglo XXI. A diferencia de los asesinatos masivos de la Alemania nazi o de Ruanda, el genocidio de los pueblos indígenas se desarrolla en zonas recónditas del planeta y escapan al escrutinio público y a la condena. Aunque su número sea pequeño, el resultado es el fin”.