En las oficinas del Ministerio del Interior hay una biblioteca de la injusticia del Estado contra todos los sectores populares: un completo y detallado Memorial de Agravios  para la historia del siglo XXI.

En las oficinas del Ministerio del Interior hay una biblioteca que podría considerarse curiosa si no fuera porque significa sufrimiento, luchas y esperanzas frustradas. Es la colección de acuerdos y peticiones de centenares de paros cívicos, bloqueos, marchas y mingas en todo el país, durante las últimas décadas.

Esa biblioteca de la injusticia del Estado contra todos los sectores populares es un completo y detallado Memorial de Agravios que queda para la historia del comienzo del siglo XXI tras 200 años de haber sido escrito el de Camilo Torres; 215 años después de la publicación de los Derechos del Hombre por Antonio Nariño y 228 años después de que el gobierno español firmó con Los Comuneros las llamadas “capitulaciones” de Zipaquirá, modelo de todos los posteriores acuerdos incumplidos por todos los gobiernos a todos los sectores populares.

Los sectores populares se hicieron presentes en el escenario político a partir del levantamiento comunero que se extendió desde Santander a Boyacá, Casanare, Cundinamarca, Tolima, Huila, Antioquia, Cesar, Táchira y Mérida. Los indígenas muiscas tuvieron una presencia enorme con reivindicaciones propias. Los afro esclavizados se movilizaron por la libertad. Los campesinos y pequeños comerciantes que iniciaron el movimiento… “Unión de los oprimidos contra los opresores”, vencedora en la movilización pero desbaratada y derrotada mediante el engaño.

Aparentemente ahogada la lucha comunera, la chispa de la libertad se prendió de nuevo entre la propia gente reclutada para reprimir la revuelta comunera y en la propia capital del virreinato, cuando un capitán del ejército español, Rodríguez de Arellana, le prestó al criollo Antonio Nariño un libro que escondía con gran sigilo, la “Historia de la Asamblea Constituyente” de Francia, en la cual estaba la Declaración de los Derechos del Hombre, que Nariño tradujo y publicó en la clandestinidad.

Muy pronto Nariño fue descubierto, detenido, condenado a 10 años de cárcel y extraditado a España, pero consiguió fugarse de la prisión de Cadiz y huyó a la Francia posrevolucionaria. De regreso al país, Nariño fue detenido y encarcelado en Cartagena donde fue liberado tras los sucesos de 1810.

En Santafé de Bogotá el 20 de julio de 1810 los sectores populares fueron los protagonistas en las calles. “Ha sido extraordinario el entusiasmo del pueblo de esta capital”, escribió José Acevedo y Gómez, nacido en la provincia comunera, que con su oratoria llenó de decisión a la multitud, movilizada por la capacidad organizadora y el liderazgo activo de José María Carbonell, quien “corría de taller en taller, de casa en casa, sacaba gentes y aumentaba la masa”.

Seis años después el Pacificador Morillo argumentaba para condenarlo a muerte, que Carbonel “primer presidente de la Junta tumultuaria que se formó en esta capital” fue “el principal autor y cabeza del motín, el que sedujo a las revendedoras y a la plebe para insultar a la excelentísima señora virreina”.

Nariño en Europa pudo conocer bien la situación internacional, las grandes contradicciones entre Inglaterra y España por la dominación del mundo, el interés de Inglaterra por capitalizar el movimiento emancipador latinoamericano y la experiencia gigante de la revolución francesa. En Santafé, con el apoyo decidido de Carbonell, Nariño se convirtió en el caudillo de los sectores populares y en especial de los artesanos que deseaban construir una nación

En Cartagena, el 11 de noviembre de 1811, los sectores populares, una multitud se agolpó frente al palacio del cabildo e impuso la declaración de “independencia absoluta” de España y extinción del Santo Tribunal de la Inquisición. En la plaza de la ciudad fueron quemados los instrumentos de tortura de la Inquisición.

Cartagena recibe en noviembre de 1812 a Simón Bolívar, derrotado transitoriamente en Venezuela y le entrega un puñado de tropas con las que avanza expulsando al ejército español de Mompox, El Banco, Chiriguaná, Tamalameque, Ocaña, Cúcuta, Mérida, Trujillo y Caracas, que lo recibieron como “El Libertador”.

La guerra civil de la “patria boba” dio tiempo a los españoles de recuperarse. Pero el entusiasmo de Nariño con la Revolución Francesa y sus derechos del hombre y especialmente la pasión de Carbonell por los sectores populares consiguieron que el pueblo bogotano engendrara las fuerzas suficientes para que Nariño se sostuviera y luego marchara junto con José María Cabal hasta el Cauca, triunfante gracias a la toma de Cali por fuerzas antioqueñas y al amplio apoyo popular que multiplicó sus tropas en el Valle, Calibío y en Popayán.

Tras vencer difícilmente en Tacines, Nariño fue derrotado en Pasto. ¿Qué le faltó? No tuvo allí el apoyo del pueblo. Los pastusos apoyaban a los españoles. Identificaban a los patriotas con la aristocracia criolla, con el despojo “liberal” de las tierras de los resguardos indígenas y con los ingleses “protestantes”.

 Desinformados por el clero realista cual CNN de hoy, los pastusos se movilizaron para apoyar a los españoles y les permitieron iniciar la reconquista que inundaría de sangre el país. Cuando el propio pueblo se pone del lado de sus opresores, todo está perdido.

También Bolívar fue derrotado en Venezuela en 1814 cuando en Los Llanos los españoles dirigidos por Boves ganaron apoyo de sectores populares que odiaban a la aristocracia criolla.

El gran mérito de Bolívar fue elaborar un programa de lucha que puso en actividad a los sectores populares en la lucha por la independencia. La visión de la Carta de Jamaica de 1815, su visita a Haití para saludar la revolución de los esclavos y obtener el apoyo de su líder Petion, su compromiso con los resguardos indígenas y su lucha por la gran Colombia y por la unidad latinoamericana, fueron las armas con las que desde 1816 inició la Campaña Libertadora que llevó a la independencia a lo que hoy son seis países y entonces eran tres.

Nuestro Memorial de Agravios está en los anaqueles del Ministerio del Interior y la Injusticia, en los archivos de la Asamblea Constituyente de 1991 y en nuestros corazones. Saquémoslo del archivo y convirtámoslos, como Camilo Torres, en programa de nuestra segunda independencia.

Escribamos nuestra Carta de Jamaica con nuestra visión de libertad para el siglo XXI: independencia de las bases militares extranjeras; independencia de las transnacionales, de su “estabilidad jurídica”, de sus concesiones, de sus privatizaciones y de sus tratados de “libre” comercio; independencia del ingreso seguro de la aristocracia latifundista; independencia de la patria boba de cien guerras civiles y del conflicto armado actual y de las fumigaciones con glifosato; libertad al fin, por la que lucharon Los Comuneros, los bogotanos del 20 de julio de 1810 y los cartageneros del 11 de noviembre de 1811, por la que los sectores populares dieron y dan su vida y que solamente ellos, millones de personas, pueden conquistar.

CONTRIBUCION AL ENCUENTRO DE SECTORES SOCIALES E HISTORIADORES PARA LOS 200 AÑOS DEL MEMORIAL DE AGRAVIOS

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