Por Luis Carlos Osorio R.
Resulta apropiado este segmento de Candelario Obeso para referirnos a la cruda realidad que viven las comunidades negras de Colombia. Así se desprende del reciente informe presentado por la Misión de Acompañamiento a Afro-Colombianos de la Coalición de Sindicalistas Negros –CBTU por sus siglas en inglés-, en Colombia.
La comisión, dirigida por el Representante Hank Johnson, un Demócrata para el Cuarto Distrito de Georgia desde 2007, hizo presencia en Colombia entre el 01 y 6 de Octubre de este año, por petición del Consejo Nacional de Paz Afro-Colombiano (CONPA), organización que aglutina a la mayoría de organizaciones afrocolombianas.
Johnson es un destacado defensor de los derechos humanos y derechos laborales de las comunidades Afro-Colombianas y es miembro del Grupo de Supervisión de Derechos Laborales en el Congreso de los EE.UU.
Así de oscura es la ausencia. Bogá, bogá!
Por varios años he visto en uno de los semáforos, de camino a mi casa, a un joven negro. Siempre pensé que tenía futuro. Era joven, fornido, incluso sus respuestas eran absolutamente inteligentes. Mi hija pensaba que era bello. Pero la desolación y la tristeza lo consumían. Un día le di dinero y un amigo que me acompañaba se enojó. -Flaco favor le haces, me dijo. –Consíguele apoyo con “Integración Social”. Realmente ya había hecho todas las gestiones: Integración, Personería, Defensoría, el IDIPRON, en fin, hasta hable con un cura cercano que apoyaba indígenas en el centro de la ciudad. Todo fue en vano. Lo fui viendo descomponerse poco a poco, hasta el día de hoy que lo encuentro en algún lugar del centro, totalmente irreconocible.
En las microcharlas que sostuve con él, he visto radiografiada la realidad de las comunidades negras en Colombia. Él era muy pequeño cuando se presentaron los hechos de Bojayá. Al principio, sus respuestas eran monosílabos: Bojayá, palma, minas, oro, desplazados, paramilitares, nuevamente desplazados, violaciones (por vergüenza no le pregunté si su madre, sus hermanas o él mismo, tampoco importaba), y luego la llegada a la capital.
En algún momento me dijo que habían llegado a un inquilinato cerca de la iglesia del Voto Nacional. Era una pieza pequeña en donde se acomodaba toda la familia. Allí, con los olores del lugar, se concentraban todas las angustias, las rabias, los resentimientos. Un día una de sus hermanas no volvió. Y después tampoco volvió su hermano mayor. Él se sentía responsable. Salía a pedir con su otra hermana, pero ni siquiera alcanzaba para la pieza y así fueron descubriendo la forma de olvidar. Y fue olvidando, olvidando, hasta el hombre irreconocible que es hoy, sin familia, sin nada.
¿Constantes, firmes? ¡Las penas! No hay más, no hay más…
Este relato no está en el informe de CBTU, pero se lee allí. El Chocó, y con esta región rica en biodiversidad, la mayor parte de su población negra e indígena, se ha ido sumiendo en la desesperanza. Por allí nunca ha pasado el Estado, muy a pesar de la presencia de sus instituciones. Hay iglesias, pero la religión es la de la minería y la que pregonan los actores armados. Por estas tierras llegaron primero las dragas que parecían naufragar en las rondas de los ríos, antes que los tractores para potenciar la agricultura. Las fuerzas encargadas de generar seguridad y confianza a los ciudadanos, sucumbieron por años a la acción de los violentos.
Se dice que Colombia ocupa el deshonroso segundo lugar en desplazamiento forzado en el mundo, con más de siete millones de personas que han tenido que abandonar sus territorios. De éstos, más de 2 millones de personas son afrocolombianos e indígenas.
En el joven negro de nuestro relato se evidencian los principales problemas que aquejan a la población afrocolombiana: la pobreza, la falta de servicios, de infraestructura, el desempleo, la ausencia de centros de salud, de escuelas, la escasez de techo, la discriminación de género, la violencia sexual, el reclutamiento forzado, la falta de oportunidades, todos estos, problemas que debieron ser abordados por los consecutivos gobiernos, desde hace más de 200 años.
Paradójicamente, un informe liderado por un congresista norteamericano, dice que “todos estos problemas han sido exacerbados por el TLC que ha abierto su territorio, sobre todo en la región del Pacífico, y ha causado explotación y el robo de la tierra”.
Y no sólo el robo de la tierra, del territorio, de su derecho a la autonomía, a su jurisdicción, o como lo dice el informe, el marco de derechos “está sufriendo regresiones”. El informe en cabeza de Hank Johnson, dice que “las conversaciones de paz entre el Gobierno Colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) son clave para ponerle un fin al conflicto y para asegurar la protección de las minorías étnicas de (un) mayor daño. Sin embargo, las autoridades territoriales y los líderes Afrocolombianos no han formado parte de la mesa de negociación y sus recomendaciones no están integradas en los pre-acuerdos”.
Con arte se ablanda el hierro, Se doma la mapaná…
Más del 90 por ciento de los trabajadores de la caña de azúcar son Afro-descendiente. Cuenta uno de los trabajadores de caña Afrodescendiente -dice el informe-, que el trabajo de caña de azúcar es como una forma de esclavitud. Ellos no tienen un salario básico, dicen que el salario mínimo se los segmentan por partes.
De los mil afros que trabajan en estos campos de caña de azúcar, cerca de 200 han sido incapacitados por el estrés y el agotador ritmo de trabajo. Ellos “trabajan siete días a la semana, trece horas al día, sin que se les reconozca horas extras” y sin las más mínimas normas de seguridad. Peor aún, desde hace varios años, los contratos los negocian con subcontratistas. Esto es grave, pues viola el Plan de Acción Laboral (PAL), suscrito entre Colombia y los EE.UU. en 2011 para enfrentar el problema de los subcontratistas, ya sea que tengan formas de cooperativas, SAS, "Contratos sindicales", o cualquier otra forma de tercerización laboral. En el informe se señala que este tipo de subcontratación laboral “ facilita la corrupción a través de la provisión de servicios, o en el no pago de servicios que si se le incluyen a las empresas, como el manejo de recursos para pagar los viajes, viáticos y horas extras de los guardaespaldas”.
Más grave aún, la violación sistemática a los derechos humanos de los trabajadores de la caña sindicalizados. Según versiones de un delegado del Senador Alexander López Maya, más de 300 sindicalistas fueron asesinados desde el año 2011, cuando fue firmado el PAL. En esta lista no está incluido el nombre de Daniel Aguirre, un dirigente del sindicato de la caña de azúcar que fue asesinado en el 2012, pero que el gobierno colombiano no reconoce como un sindicalista asesinado, aduciendo que su muerte fue causada presuntamente por una esposa enojada. Los trabajadores de caña de azúcar ríen ante la gran cantidad de sindicalistas que tienen esposas y amantes que los matan, porque eso parece ser una afirmación común del gobierno.
Uno de los mayores abusos contra las comunidades negras se da a través de la minería ilegal. Esta es ejercida en gran parte por grupos paramilitares, que provoca desplazamiento forzado y degradación ambiental. Los líderes afros denuncian que grupos de empresarios toman la tierra con el pretexto de una reforma agraria, pero luego instalan las dragas, desarrollan la minería sin realizar ningún tipo de Consulta Previa y lo que va quedando son ríos contaminados. A los líderes que reclaman, los amenazan y los desplazan del territorio.
Por eso nació el movimiento de mujeres negras del norte del Cauca. Pero ellas también han sufrido “constantes amenazas de muerte por parte del ejército, así como los grupos armados ilegales… el gobierno ha reconocido que sus derechos sobre el territorio han sido violados. De hecho, ganaron una serie de decisiones judiciales en virtud de la Ley 70…, pero ninguna de estas decisiones judiciales ha sido implementada.
La visita de la Comisión coincidió con las fiestas de San pacho. “En su momento los esclavos odiaban la fiesta de San Francisco - ahora los Afro-Colombianos lo apoyan y lo han convertido en un festival….., que es reconocido por UNESCO como un acontecimiento de importancia histórica. Marino Córdoba, líder de la delegación y desplazado en 1997, describió el desplazamiento de los Afro-Colombianos a partir de 1996 por la "Operación Génesis", una operación militar-paramilitar conjunta, mediante el cual el Estado Colombiano fue condenado como responsable por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por las violaciones cometidas durante el tiempo que los paramilitares tomaron control de la región y por las acciones de los grupos guerrilleros”.
Alex, que es el nombre que recuerdo del joven negro que deambula por el centro de Bogotá, encarna además los problemas específicos que enfrentan los jóvenes Afro-descendientes…. “Sin alternativas de educación, de empleo, de trabajo, casi siempre terminan en el sector informal. Los jóvenes están afectados desproporcionadamente por el conflicto armado interno, ya que son los grupos más vulnerables y más susceptibles a ser reclutados por las pandillas, y grupos legales e ilegales. La mayoría de los miembros de la comunidad Afro-Colombiana son los jóvenes y los niños que se utilizan a menudo como escudos humanos y son utilizados por los grupos armados para llevar a cabo atrocidades”.
Aunque mi amo me mate, a la mina no voy
Las mujeres negras del Norte del Cauca se han ido convirtiendo en un símbolo de resistencia contra la minería ilegal, que también lo es por la protección del medio ambiente y la defensa del territorio.
Al adentrarnos en su lucha contra la minería, y la que libran los trabajadores de la caña de azúcar, en su gran mayoría negros que luchan por la eliminación de todo tipo de subcontratación y porque el estado les garantice lo fundamental que es el derecho a la vida; al percibir en Alex las consecuencias del abandono del Estado para con nuestros jóvenes, pero de manera particular de los jóvenes negros que se encuentran expósitos, a merced de los grupos armados, entendemos que la búsqueda de la paz es una prioridad para el Estado, pero también para esa inmensa población vulnerable que conforman nuestros grupos étnicos.
Colombia debe transitar decididamente por el camino de una mayor inclusión social para las comunidades Afrocolombianas e Indígenas y por el combate contra la discriminación racial.
La Comisión en cabeza de Hank Johnson está abogando por un mayor ejercicio de los derechos de las comunidades afrocolombianas e indígenas, porque el gobierno Colombiano respete el derecho de las comunidades Afro-Colombianas e Indígenas y obtener un consentimiento informado en todos los proyectos de desarrollo destinados a sus territorios, y porque el Estado logre consolidar “un paquete de post-conflicto que expanda el actual Programa Afrocolombiano e Indígena (ACIP) de manera que se dirija a los derechos humanos, la justicia, el desplazamiento, las mujeres, los jóvenes, los derechos colectivos de la tierra, y problemas ambientales que enfrenta Afro-descendientes”.
En el informe, si bien se plantea la preocupación porque el “los fondos de USAID a las instituciones Colombianas incluyan fuertes mecanismos de vigilancia para prevenir la corrupción y el mal uso de los fondos”, también se hace un énfasis para que “ el financiamiento para fortalecer los programas gubernamentales para las comunidades Afro-Colombianas e Indígenas … ,incluyan “la consulta previa en estas comunidades y que estos programas operen con transparencia total y la integración de estas comunidades”.
La última vez vi a Alex, era ya tarde en la noche, lucía aún más carcomido por esta inmensa mole de cemento. Era como si Candelario Obeso le cantara: “Qué oscura que está la noche, La noche qué oscura está, Asi de oscura es la ausencia. Bogá, bogá!
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